Vendetta caggona

Desde que llegamos a esta casa, mi padre se dedicó todos los medios días a una paciente tarea: rastrear todos los trozos de pan del día anterior, desmenuzarlos a conciencia y alimentar a los pajarillos.

Cuando llegamos no había pájaros en nuestro jardín, el gato de un vecino paseaba bastante y los ahuyentaba. Mi padre y yo siempre quisimos ser como San Francisco de Asis. Su leyenda dice que se le acercaban todos los animalillos sin miedo.

Yo no tube tanta paciencia, pero mi padre si, durante 13 años echó miguitas en el caminito de casa para los pajaritos. Y a los pajaritos les gustó.

En un par de años el vivían en el jardín un montón de ellos. (El gato desapareció. Después empezaron a acercarse los pájaros del parque de enfrente, mas tarde los de toda la calle, después vinieron las tórtolas de un palomar del barrio y los ratones de campo que recogían lo que apenas dejaban las aves.

Al principio solo se acercaban una vez que habíamos entrado en casa y cerrado la puerta, y si nos asomábamos tras el cristal huían. Nunca llegaron a comer en la mano, pero ahora, si hay comida, hasta que casi estas encima no se apartan.

Recuerdo un cumpleaños, regalamos a mi padre un comedero para pájaros, para colaborar con su ong.

Otra de las cosas que hacen nuestros pajaritos, es tratar de traspasar los cristales cuando están limpios. Por solidaridad los limpio cuando ya no se ve a través de ellos.

También recuerdo un domingo hace años, por la mañana, a primera hora, todavía estaba en la cama, lamentándome. Por aquel entonces yo me sentía como una roca contra la que rompían las olas (mis personas cercanas) y salían maltrechas. Cuando un proyectil chocó contra mi ventana, dejando la silueta abstracta de un pájaro estrampado en el polvo del cristal.

El pobre animalito estaba inmóvil en el suelo. Bajé corriendo pensando que incluso los pájaros morían al chocar contra mí. (Duermo debajo del cristal de la ventana). No estaba muerto porque movía los ojos y hasta que no le di calor con las manos un rato, no echo a volar.

Cuando emancipé a mis padres, la ración de migas, bajo considerablemente hasta desaparecer, pero es que comprar pan de mas para dárselo me da no se que. Pensé que los pájaros ya no vendrían tanto por el jardín pero siguieron volando y cantando igual que siempre.

Hasta esta primavera. Al principio me hizo gracia, descubrir huesitos de cereza en el caminito a casa. “Mira que simpáticos” – me decía – “cogen las cerezas de los árboles de enfrente y vienen a comerlas aquí”. Es muy curioso, dejan los huesos limpios, limpios como si nunca hubieran tenido pulpa alrededor.

Los huesos solo aparecían en determinados puntos del caminito a casa. Cuando resbalé por segunda vez con las acumulaciones, empecé a pensar si no serían premeditadas las posiciones.

Hoy se me dio por hacer limpieza mas afondo de lo habitual en mi casa. Y lo he visto claro. En mi cuarto y solo en mi cuarto (no son tontos, los tíos) me he encontrado, ciertos regalitos escondidos. No se si son unos cachondos o muy inteligentes, pero que nadie me diga que es puro azar, que me encuentre cagarrutias debajo de mi cama y dentro de un altavoz de la cadena de música.

¿Alguien ha visto a un pájaro meterse debajo de una cama? Por que yo no. Gorrión- contorsionista por lo menos para dejar el detalle dentro de altavoz. Para rematar, una vez terminado de limpiar mi cuarto me ausento unos momentos y la vuelta me encuentro una fresca y reciente encima de un armario. Por si no me había dado por aludida.

Por el momento me he ido directa a la panera coger todo lo que hubiera de ayer, de hoy y para mañana.

Porque, que queréis que os diga, son muchos, y si se organizan en bandadas, no se lo que pueden llegar a hacer.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Me ha encantado este post. Enhorabuena.