Los pequeños atracos de cada día (I)

Voy en coche y me llaman para ir a tomar un café. Busco aparcamiento. Cuando me harto de dar vueltas, me meto en un parking. Pido un café mientras espero a que llegue mi jefe. El camarero me habla sobre el tiempo. Llueve torrencialmente. Durante una hora (a mi jefe le mola lo de perder tiempo) charlamos sobre lo mal que va la empresa y lo incompetentes que son el gerente y sus hijos. El me llora sobre lo estresado que está y yo me evado comiendo el trocito de pastel que me han puesto con el café. Le llaman con un imprevisto y se va.
Vuelve a sonar mi teléfono, un amigo anda por la zona y viene hasta aquí. Cuando salgo de la cafetería llevo dos horas allí sentada entre uno y otro. Me escandalizo ante el precio del café 1,35€, por un simple café grande. Mi amigo se ríe y dice que voy a sitios muy finos. Saco el coche del parking. La maquinita me pide 2,40€ para devolverme el ticket. ¡2,40€! ¿Qué servicio me ha ofrecido el parking? ¿Masajes en las orejas? Un trozo de suelo para dejar mi vehículo, ni siquiera he podido usar el aseo porque estaba cerrado con llave (la llave hay que pedirla al vigilante, que por supuesto no esta en la caseta). No hay hilo musical, la “decoración” es horrible, la máquina se atranca con el ticket y hay un capa de polvo de 1 cm. por doquier. En la cafetería me he podido sentar cómodamente, he podido leer dos periódicos, había música, he gastado papel y jabón de manos en el aseo a placer, el camarero me ha dado conversación, he comido un trozo de tarta por cortesía de la casa y estaba bueno, he tomado un café y todo estaba limpio y agradable. Todo por el módico precio de 1,35€, y si hubiera estado una hora mas nadie me hubiera dicho ni palabra. 1 hora mas de parking hubiera puesto el recibo en 3,60€. ¿Dan o no dan ganas de atascar la ranura de las monedas con un palillo? ¿Que será lo próximo, que la máquina cobradora me pida propina?

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