Tropecienta

Pese a que tengo un equilibrio fantástico (Hago lo del niño de Karate Kid, subida al palo y con tacones) tengo una pequeña afición a tropezar, justo cuando alguien mira. Es como si cuando es un buen momento para hacer el ridículo, mi centro de gravedad se auto desconecta y plaf!. Soy la típica a la que se le quedan enganchados los zapatos en los huecos de las aceras. Entre el top 10 del ranking de tropiezos hay cosas como; ir paseando con una cita, hacerme un nudo con los pies, caer como un tronco en plena calle y el chico seguir caminando sin darse cuenta de que había “desparecido”; huyendo de un perro que huía de mi ; siendo absorbida por una ola en la playa; en un río de agua caliente y congelada; o el día que estrené la bici y volé por encima de un muro y acabe a cuatro patas al otro lado; de pequeñita fui la única que se cayo de 200 patinadores en una exhibición con el doble padres y tropecientos abuelos; o la de hoy, ir con los pies dormidos por el frío y rodar por una escalera en minifalda. ¿Por qué a mi?


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