La Tabla



Últimamente he recibido algunas peticiones. Debe ser que alguna mente picara imagina como debe ser una “cita cualquiera” después de leer mi día cualquiera. Bueno, como hay que mimar a los lectores contare alguna cosilla. Advierto, es mi parcial punto de vista y admito recursos por si alguien sufre resentimiento (Espero que los sucesos hayan caducado lo suficiente, como para que ya este borrado mi teléfono y no puedan localizarme, para demandarme, jajaja)
Como quién padeció esto que voy a contar, todavía se habla conmigo, voy a confesar que ha pasado por su censura… (Borrar no me ha hecho borrar nada, solo me ha sugerido forzosamente incluir tres ciertas palabras ensalzatorias).
Me sitúo. Primera cita, cena en restaurante fino. Llego tarde porque en mi trabajo de aquel entonces, se les ha ocurrido hacer una inauguración de un nuevo producto sin avisar, yo era la encargada de quitar la tela inaugural, así que no me podía escabullir. No he podido pasar por casa. Me fastidia ir disfrazada con el traje. El chico dice que es tímido e ir en plan ejecutiva formal… no se yo. La cena va bien, se le nota nerviosillo (jijiji… le gusto) pero me mira mucho a los ojos y me lanza pequeñas indirectas sutiles. Decido portarme bien y me guardo mis típicas preguntas indiscretas rompe esquemas, porque me ha dicho en mas de una ocasión que es tímido. Confieso iba un poco con reparo, por si tanta timidez iba a ser un muermo. Pero me estoy divirtiendo mucho y me descubro tratando de ser mas graciosa de lo habitual. (¡Mierda! eso es que me gusta). Después de la cena, paseito. La verdad, el chico me tiene un poco desconcertada a ratos parece que si, a ratos parece que no, le intereso. Mantenemos una conversación filosófica, de las que me gustan a mí, lo malo es que no permite indirectas o acercar posiciones. Él apoyado en un muro, mira al horizonte nocturno, se vuelve por unos segundos y me mira. Es guapísimo. Le brillan los ojos, juraría que esta pensando en besarme. Vuelve a mirar al horizonte y el brillo se desvanece. Me pregunto en que estará pensando. Imagino que quizá le este venciendo la maldita timidez. La conversación sigue sin dejarme meter baza. Como antes expliqué había llegado tarde y sin pasar por casa, hace frío, no tengo chaqueta y llevo unos zapatos súper fashion que no son para caminar y me hacen daño. Parece que camine en muñones. Seguro que lo que esta pensando es que soy medio idiota. De repente me pregunta si tengo frío y me coge la mano por sorpresa. Es como un gesto así como que ya no se lleva, viril… ¡y me encanta! Quizá lo que vi en el brillo de sus ojos era cierto. La conversación gira, gira y acaba derivando en que yo pregunto “¿En que estás pensado?” (Es cruel lo reconozco, jajaja, pero muuuy efectivo). Mientras da un poco de rodeo antes de contestar, me fijo en el suelo. Hay una tabla que sobresale bastante. Va directo hacia ella, pero como me va mirando y hablando no la ve. ¿Qué hago? ¿Se lo digo? Me está hablando sobre lo que esta pensando, si, si, sobre lo del brillo de los ojos. Si le digo que cuidado con la tabla, pensará que estoy desviando la conversación y quiero cortarle las intenciones. Pero si no le digo nada, tropezará, se sentirá fatal por hacer el ridículo en el momento cumbre y puede que salga corriendo. ¿Qué hago? ¿Qué hago? ¿Qué hago?... ¡Pataplaf!... demasiado tarde. Tropezó estrepitosamente, haciendo unas acrobacias para no caerse al suelo. Hago esfuerzos por no reírme. Cuando consigue recuperar el equilibrio, se para y me mira a los ojos intensamente. Me avergüenza reírme abiertamente, pero no puedo evitarlo. Pobrecillo, se me larga y me planta fijo, me siento culpable. Que pena, para uno que no era flatulento… (Esta palabrita si que me ha costado colocarla en el texto).
Entonces como si no hubiera pasado nada absolutamente, e ignorando la sonrisa que se escapa de mis labios, muy seriamente me dice: “Pues eso, que estaba pensando que me gustaría besarte”.

No hay comentarios: